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Libro busca nuevo lector/a en Santa Clara

Así se presenta la Feria en la Plaza Santa Clara. Foto: Carme Ripolles.

La Plaza Santa Clara planta cara al presente en la 41ª Edición de la Feria del Libro Antiguo y de Ocasión. La inundan miles de obras distintas, que han viajado del pasado, o de casa en casa, para quedarse inmóviles por cuatro semanas en el centro de la ciudad, hasta —quién sabe cuál será— su próximo hogar. Libros antiguos, descatalogados, primeras ediciones especiales de títulos populares, libros grabados del S. XVI o cómics vintage de Marvel o DC son algunas de las obras que reposan a la espera en las 11 casetas de librerías provenientes de Castellón, Valencia o Madrid, repartidas por la plaza del centro de la ciudad. Este año acuden las librerías Herreros 24, de Castelló; Torres de Valencia, Russafa, El Asilo del Libro, La Guarida de las Maravillas, Al Tossal, Querubín, Prim y Hamburgo, de València; y Madrid Books, de Madrid. Una absoluta “caja de Pandora”, así es como lo define uno de los libreros que protagoniza la feria. El evento tiene como finalidad la dinamización cultural de la ciudad, promoviendo el consumo sostenible, dando segundas, terceras —o vete tú a saber cuántas—, oportunidades a libros llenos de valor añadido de todos aquellos que lo poseyeron con anterioridad.

Desde el propio gremio se reclama más peso de las instituciones para difundir un acto que promueve valores de gran relevancia para la ciudad de Castelló. “Muchos de los que acuden, no saben que estamos aquí”, asegura Kike Chirivella, uno de los libreros. Los propietarios no entienden cómo la labor de difusión de la feria se ha quedado, un año más, a medias, sin la colaboración de muchas instituciones. Reclaman el apoyo de agentes como, por ejemplo, la Universidad Jaume I (UJIJ) para poder hacer llegar su trabajo a los estudiantes que, con seguridad, disfrutarán explorando los títulos que reposan en las casetas, y que no se encuentran en librerías al uso.

Ilustración por Vicent Ramon Pascual

El diseñador Vicent Ramon Pascual es quien está detrás del cartel anunciando la Feria -utilizada también en la del pasado mayo en València-. Según el ilustrador, la idea del cartel es "hacer un guiño a la figura del detective como representación de la persona que acude a esta Feria del Libro". Como detectives, porque se necesita astucia -y tiempo- para encontrar ese libro. Por la delicadeza de las fugas hacia otras realidades y vidas. Detective por rastrear en libros que fueron de otros antes, el significante que se les fue asignado y, por si fuera poco, añadirle uno propio y vuelta a empezar. “Mucho lector asiduo, exigente, que busca sin parar”, de esta manera Marco Tulio, de la librería Herrera, define a los diferentes exploradores que concurren por la plaza este mes de noviembre.

Además de encontrar alguna que otra pieza que merece la pena llevarse a casa (culpable), este tipo de ferias también nos cuentan que hay pasado que siempre será presente. Títulos que, por su incuestionable valor, permanecerán en librerías y ferias de este tipo, convirtiéndose en objetos atemporales que recorrerán la historia. La fragilidad de los vínculos y el reiterado amor líquido consiguen dejar de existir en el presente al observar cómo personas de todas las edades adquieren un mismo libro. Obra que, quizás, solo las conoces porque te hablaron de ellas tus padres o abuelos y que, de repente, encuentras en una de las casetas; como una especie de llamada. Un punto de encuentro intergeneracional, donde se recuperan productos de predecesores ante una profunda necesidad de adherencia y de búsqueda de ¿nuevos? significados. También es una oportunidad para buscar aquel libro —viejo amigo— que marcó tu infancia o adolescencia, y que en la actualidad está descatalogado o que ni sabes qué hiciste con él. Y cómo son esos reencuentros.

Foto: Carme Ripolles.

En esta feria se pasean amantes de los cómics, bibliófilos, estudiantes, catedráticos, coleccionistas o gente interesada por la cultura, buceando entre los miles de títulos buscando algún libro que despierte la curiosidad. Los libros tienen infinitas vidas, tantas como las que queramos darles; de unas manos a otras y de un significado a otro. Son inmortales, debemos aprovecharlo.