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La ceremonia de Nina Nastasia y Matthew Szemela

Fotos: Galcerán de Born.

Fotos: Galcerán de Born.

La capilla del Centre Municipal de Cultura de Castellón hace tiempo que está desacralizada. Quedan vestigios del lugar de oración que fue, como sus pinturas, sus remates dorados y, sobre todo, su atmósfera, su luz tenue, su acústica (también el bellísimo azulejo hidráulico). Allí hace tiempo que no se da misa, pero la cantante y compositora norteamericana Nina Nastasia jugó con referencias religiosas y eclesiásticas durante toda su actuación, el pasado miércoles por la tarde dentro del Cicle Sons, para terminar celebrando una ceremonia muy especial junto a un compañero inesperado, el excepcional violinista Matthew Szemela. Una ceremonia de música acústica en directo, del mejor folk norteamericano contemporáneo. Una ceremonia íntima, pero con la iglesia llena. Al terminar, Nina y Matthew bajaron del altar y desfilaron sonrientes entre el público cogidos de la mano. Acababan de ofrecer un concierto brillante.

Nina Nastasia demostró ser una experta en la creación de pequeños grandes momentos, instantes únicos, mágicos, de esos en los que te quedas en babia, como si hubiera pasado un ángel por delante. Hubo varios de ellos, rematados una y otra vez con prolongados aplausos del público que llenaba la capilla. Pero el mejor de todos llegó en el ecuador de la actuación, con “Cry, Cry Baby”, el single de su último disco, Outlaster (FatCat, 2010). Una canción que la californiana afincada en Nueva York coció a fuego lento a pesar de su brevedad. Empezó rasgando suavemente su guitarra, con un hilo de voz, y el violín de Matthew Szemela fue arropándola hasta acabar llenando de efluvios folk toda la sala, para terminar como empezó, casi en silencio. Sencillamente estremecedor.

El concierto tuvo muchos detalles de calidad, pero uno de ellos sobresalió por encima de los demás: el violín de Matthew Szemela. Improvisando constantemente sobre la cadencia pausada de Nina, combinando fraseos con pizzicatos inverosímiles, como una tormenta de fondo, al otro lado del cristal, que extrañamente cuajaba a la perfección con el tono de cada uno de los temas. Las canciones de Outlaster, tan ricas en matices, se quedaban mediodesnudas, pero al mismo tiempo mantenían toda su expresividad. Al igual que todas las de su anterior repertorio.

Y la voz de Nina Nastasia. Esa voz de mil registros y sonoridades, auténtico hilo conductor de toda la actuación. Y eso que en la entrevista que concedió a NMPNU TV antes del concierto -y que subiremos próximamente- ella insistió en restarle importancia. Lo cierto es que, como el público, ambos quedaron muy satisfechos del concierto, de la acústica de la capilla, de la sonorización (Enrique Ara al mando) y de la calurosa respuesta de los asistentes, más de un centenar, que arramblaron con el puesto de discos a su finalización. No es casual que estén entre los preferidos del productor Steve Albini.

nina-nastasia-violinista