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‘El triángulo azul’ en el Paranimf. La sinzarón de un horror histórico que conecta con humor grotesco

El fotógrafo Paul Ricken, interpretado por Antonio Sarrió, es testigo directo del paso de los presos españoles por Mathausen. Foto: Àlex Pérez.

‘El triángulo azul’, por el Centro Dramático Nacional. Autores: Laia Ripoll y Mariano Llorente. Directora: Laia Ripoll, con Héctor del Saz y Antonio Verdú. Equipo técnico: Arturo Martín Burgos, Luis Perdiguero, Almudena Rodríguez, Álvaro Luna, David Roldán ‘Oru’, Marcosgpunto y Javier Naval. Música: Pedro Esparza. Intérpretes: Manuel Agredano (La Begún), Elisabet Altube (Oana), Marcos León (Paco), Mariano Llorente (Berttmeier), Antonio Sarrió (Paul Ricken), José Luis Patino (Toni) y Jorge Varandela (Jacinto). Músicos: Carlos Blázquez, Carlos Gonzalvo y David Sanz.

Paranimf de la UJI (Castellón). Viernes 15 de enero de 2016. Unos 300 espectadores. Duración: 20:05-22:21.

El triángulo azul cuenta una historia emocionalmente brutal. Una brutalidad que se multiplica exponencialmente sabiendo que está basada en la realidad de hechos históricos, la que rescataron dos ayudantes del laboratorio de fotografía de ese infierno –o peor, como se indica en la obra- llamado Mauthausen. Gracias a esos dos de los 7.000 republicanos españoles desamparados por el franquismo en ese campo de concentración nazi, Francisco Boix y Antonio García, el mundo pudo saber con imágenes qué había sucedido en ese laboratorio del horror, convirtiéndose en pruebas irrefutables en los Juicios de Nüremberg. Es una historia dura, cruel, pero Laia Ripoll –directora y coautora del texto junto a Mariano Llorente- acierta a rebajar la tensión mediante el uso de recursos propios del cabaret o incluso de una banda que ameniza las calles de un pueblo en fiestas, convirtiendo a menudo el horror en humor, grotesco pero útil para conectar con el espectador –¿influencia de Bertolt Brecht?- de momentos como la aparición de la horca sobre el escenario del Paranimf de la UJI.

Los remordimientos ahogan el cerebro de Paul Ricken. Foto: Àlex Pérez.

El fotógrafo oficial del campo de concentración –Paul Ricken, interpretado por Antonio Sarrió- es el narrador de la historia que se exhibe ante el asistente, al igual que lo era con su cámara en el interior del campo que tomaba el nombre de la vecina pequeña localidad austriaca de Mathausen. Tenía la orden de dejar constancia de todo cuanto ocurría allí dentro. Y así lo hace también en esta obra, producto de un trabajo de investigación de diez años por parte de Laia Ripoll y Mariano Llorente. A partir de los pensamientos que a Rilken le devoran la conciencia, atormentado por aquello de lo que ha sido partícipe, aparece como actor activo en varias escenas –incluso como protagonista absoluto en el inicio y en el final-, mientras que en otras actúa como una especie de voz en off que va enlazando escenas… pero siempre está presente. Él es testigo de todo lo que ocurre en todo momento, centrándose en los apátridas procedentes de España con un solo destino: la muerte sin misericordia… “dentro de un mes, una semana, mañana, hoy mismo…”, como recita uno de los reos. En la parte final sacará fuerzas para rebatir -dentro de los límites que marcan la amenaza de la muerte instantánea- las órdenes del único oficial alemán que aparece en la representación, y lo hará fruto de esos remordimientos que le van en aumento; mientras que en otros casos, como el del fotógrafo Paco –interpretado por Marcos León-, es el humor negro su mejor arma de resistencia ante la barbarie y la base que le da fuerzas para rebelarse dentro de una clandestinidad flanqueada por las traiciones.

Llegada de los prisioneros republicanos españoles al campo de concentración. Foto: Álex Pérez.

La obra se desarrolla a lo largo de dos horas y cuarto, pero el público no se desengancha en ningún momento de una acción que al final premia con un rendido aplauso. Pero, una vez apagado el eco de las palmas, se queda una extraña sensación ambiental, en forma de comentarios realizados en voz baja mientras se enfila la salida. Sólo entonces se mira el reloj y se tiene consciencia de que se ha asistido a una larga representación que ha transcurrido ágilmente, gracias al constante dinamismo de los siete actores y los tres músicos que integran este elenco del Centro Dramático Nacional, respaldados por la proyección de unas tristemente históricas imágenes, que recuerdan que lo recién visto no es sólo fruto de la dramatización. De la mano de Laia Ripoll y Mariano Llorente es, además, un homenaje a los republicanos españoles capturados por los nazis en Francia, desamparados y etiquetados con un triángulo azul.

*El mismo viernes aparecía publicado en los medios de comunicación que la Audiencia Nacional ha archivado la querella de supervivientes de campos de concentración del III Reich, entre 1942 y 1945, en aplicación de la limitación de la justicia universal y no investiga el exterminio de miles de españoles.