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El Arenal Sound planta su bandera en la cumbre

En la rueda de prensa de balance del año pasado el director del festival, David Sánchez, reiteró en diversas ocasiones que la organización “está más preocupada por la calidad que por la cantidad”. Sin embargo, lo que ha convertido al Arenal Sound en noticia nacional estos días es el haberse consolidado como el festival con más público de España. Así lo han presentado en generosas conexiones en directo los informativos de La 1, Antena 3, Telecinco, Cuatro –inéditas en ediciones anteriores- o interesantes artículos de prensa analizándolo como fenómeno social, entre los que encontramos especialmente atinados los de Lorena Ortega y Carlos Pérez de Ziriza para El País. Las cifras marean. En sólo cuatro ediciones, el festival de música de Burriana ha pasado de registrar 10.000 a 60.000 asistentes diarios, lo que probablemente hará que el recinto acabe recibiendo 300.000 visitas desde el pasado martes. El cénit lo marcó la actuación de Steve Aoki el jueves ante una multitud absolutamente enfervorecida, lo que incluso provocó la evacuación de 30 personas de las primeras filas. Graves resaltados al máximo, iluminación exuberante, confeti y hasta tartazos. El Arenal se puso a punto de ebullición con el electrohouse del dj estadounidense como muestra ostentosa de que en la playa de Burriana la música se toca y se ve más que se escucha. Su otro gran sello distintivo son los contrastes: en la jornada del estreno compartieron cartel y triunfo entre el público propuestas tan dispares como las de La Pegatina y Editors, que ofrecieron el primer gran concierto en el escenario principal.

Aunque por momentos sabe muy picante, para alcanzar ese rotundo éxito de público que ha exhibido el Arenal Sound 2013 en sus dos primeras jornadas de jueves y viernes, se aprecian distintos ingredientes básicos que hacen cuajar la receta. A los consabidos precios populares –abonos a 35 euros en la primera fase de preventa, para más de 120 conciertos durante 6 días y con camping incluido-, hay que añadir el elemento que empasta un cartel tan aparentemente asimétrico: el ADN festivalero que lleva en las entrañas de su sonido y su rítmica la mayoría de los grupos, lo que hila la propuesta en su conjunto más allá de la coherencia de estilos; dando cabida al pop internacional más bailable, los dj’s más solicitados del momento, primeros espadas del indie estatal y el pop en catalán, electrónica de vanguardia, mestizaje y pachanga pura y dura. Eso y la sobreexcitación de un público mayoritariamente veinteañero que llega a Burriana con el único y legítimo plan de pasárselo en grande. Prácticamente, ocurra lo que ocurra sobre el escenario, lo que explica que conciertos tan reguleros como el que ofreció anoche The Kooks terminen funcionando. El veranito, las altas temperaturas, la playa, el mar, el inmenso y permanente botellón del paseo marítimo y el frenesí colectivo hacen el resto.

El escenario principal del Arenal Sound ya se empezó a llenar con Editors. Foto: Carme Ripollès (ACF).

Sería absolutamente injusto obviar los excelentes conciertos que se han producido en el Arenal Sound durante las dos primeras jornadas y quedarnos sólo en el fenómeno social en el que indudablemente se ha convertido el festival. Porque efectivamente los ha habido. Especialmente el jueves 1, jornada en la que Editors se sacaron de la manga una soberbia actuación cimentada en sus primeros discos, quemando desde el principio sus naves más potentes, como “A ton of love”, aunque dejándose para el final lo más nuevo, The weight of your love, que coincide con lo menos convincente de su propuesta. Los que no convencieron para nada, de principio a fin, fueron White Lies, con un concierto deslavazado, que no llegó a conectar con el público ni cuando cayó su principal hit, “To lose my life”.

Porque lo de Steve Aoki, más que un concierto, fue una gigantesca fiesta de cumpleaños. Hasta el punto que en sus prolegómenos, con decenas de miles de personas jaleando al gurú, llegó a ensombrecer la gran actuación de We Are Standard en el escenario de al lado. Los bilbaínos volvieron a demostrar en el Arenal Sound que tienen un directo sólido como una roca, divertido y sugerente, y que su repertorio, además, va ganando recorrido con cada nuevo disco. El dj norteamericano, por su parte, salió al escenario con una explosión de cañones de confeti y el triunfo total de antemano, antes de tocar siquiera sus platos. Los platos los tocó y la música sonó, a borbotones, pero también lanzó tartas, barcas hinchables, cava… en uno de esos momentos cúspide, apareció una ambulancia entre el público que se abrió paso sin que los gritos y la motivación de la gente desaparecieran –escena que se repitió anoche en The Kooks-. Tampoco faltaron los temas más coreados por el público, como “Phat Brahms” o “No Beef”. Una locura, oye.

Steve Aoki, el gurú, el jueves en Burriana. Foto: Carme Ripollès (ACF).

El otro punto de colapso vivido el jueves en el Arenal Sound fue en el Beach Club durante el concierto de La Pegatina. Por tercer año consecutivo, la banda catalana sirvió su potaje musical de siempre en Burriana que, lejos de saciar a sus seguidores, cada vez les alimenta más: la organización tuvo que cortar el acceso al escenario de la playa desde el recinto principal porque, sencillamente, no cabía nadie más. Las canciones de siempre y también las de su nuevo disco, acompañadas –de nuevo- por cañones de confeti. Como colofón, amagaron con terminar, pero el público sabía que falta alguien, “Mari Carmen”, y La Pegatina volvió acompañada de Alamedadosoulna y Txarango, que les habían precedido en el mismo escenario, para tocarla –La Pegatina también acompañó a Alamedadosoulna en su concierto para interpretar “Camelón”-. No podía acabar el concierto si no era con la ya tradicional carrera de barcas hasta la piscina del Pool Stage. El otro punto de mestizaje del día, en versión sofisticada y elegante, lo pusieron Fuel Fandango en el escenario Legendario, con una potente actuación liderada por su cantante, Nita, un auténtico animal de escenario con una voz portentosa.

Lori Meyers fueron otros de los grandes triunfadores de la primera tarde-noche en el escenario principal, con un repertorio que es como un torpedo en los festivales y que, salvo las incorporaciones de Impronta, era la tercera vez que traían a Burriana. El grupo de Noni y compañía sabe perfectamente cómo disfrutar sobre el escenario y contagiarlo al público, que coreó casi todas las canciones. Al final, hasta Anni B Sweet se sumó a la fiesta para acompañar a los granadinos en “El tiempo pasará”. A menor escala, algo similar ocurrió más tarde en el segundo escenario con La Habitación Roja, quienes se mostraron pletóricos –especialmente un desfogado Jorge Martí- repasando sus canciones más outdoor, entre las que sobresalieron por encima de todas las más recientes, como “Ayer” e “Indestructibles”, lo cual es mucho decir teniendo en cuenta que llevan casi 20 años en la brecha.

Otro de los grupos españoles que mejor rinden en festivales, Delafé y Las Flores Azules, demostraron su excepcional estado de forma, con una actuación de más de una hora sin descansar ni un segundo, enlazando canción tras canción a pesar del calor. Los bailes imposibles Óscar con sus tobillos como de goma (deslizándose sobre talco) y el contrapunto sensual de Elena siguen acompañando a la perfección la retahíla de hits de la que disponen: los de siempre (“Espíritu Santo”, “La Primavera”, “Río por no llorar) y los de ahora (“Mientras beso a mi chico en la arena”, “No te dejaré nunca más”). Terminaron con “La Fuerza”; la que ellos transmitieron para compensar ampliamente su cancelación del año pasado. Antes, a las seis de la tarde, Izal fue el grupo encargado de abrir el festival con una gran acogida del público que sorprendió a los propios músicos.

Delafé y Las Flores Azules. Foto: Natalia Guerrero.

Muy diferente a lo que ocurrió al día siguiente, el viernes 2, a la misma hora y sobre el mismo escenario, con los Chucho de Fernando Alfaro que, a pesar de los galones –fue uno de los pioneros de la escena independiente estatal con Surfin’ Bichos allá por los primeros 90-, no atrajeron a más de un centenar de personas. Y es que el segundo día del Arenal Sound hasta el cartel sufrió la dura resaca de la primera jornada. Especialmente The Kooks, programados como cabezas de cartel, que no cuajaron ni de lejos una actuación a la altura de la expectación que generaron ante un público entregado –de nuevo- antes incluso de que salieran al escenario. Ni con las más saltarinas ni con las baladas. Ni fu ni fa. Lo poco que pateó su líder la pasarela que se instaló delante de la banda lo dice todo. Por el contrario, Is Tropical ofrecieron una actuación bien apañada. A pesar de que el escenario principal parecía desierto con respecto al llenazo del día anterior, el trío inglés fue desgranando sus canciones, de menos a más, hasta llegar al punto álgido con “Dancing Anymore”, para la que subieron al escenario a una fan para que les acompañara son su voz y espasmódicos bailes.

Lo que sí que funcionó a las mil maravillas y con el inconfundible sello de la casa, la naturalidad, fue el concierto de Manel. A fuego lento, tocando todos sus palos y sobre todo picando de los tres últimos discos, para terminar cristalizando esa celebración colectiva que alcanzan sus conciertos ante una impresionante cantidad de público. Así, como sin darle importancia, explicando historias de andar por casa, los barceloneses ofrecieron una gran demostración fuerza. Y con una sonrisa de oreja a oreja, claro.

Después, el dance-punk The Whip y el rock tormentoso de Havalina se solapaban y había que elegir. Elegimos Havalina. Como apunta el título de la canción que abre su espléndido último disco, “Norte”, parece que por fin la banda madrileña ha dado con la tecla para sintonizar con el público después de más de diez años de impecable y silenciosa trayectoria. Así lo demostraron anoche en el escenario Coca-Cola del Arenal, ante un público bastante numeroso, que empezó titubeante y terminó aclamándoles.

Alcanzada la cumbre, sería de agradecer que el Arenal Sound cogiera oxígeno, mirara a su alrededor y empezara a cumplir esa apuesta por la calidad que proclamó su director el año pasado. Para paliar la masificación del recinto –por momentos, inquietante- y la basura esparcida por todas partes o para mejorar el acondicionamiento de las zonas verdes y de descanso, por poner solo algunos ejemplos. En resumen, para hacer el festival mucho más habitable y seguro.