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De viaje con Balmorhea y Maria Coma en Tardoràlia

Balmorhea en Tardoràlia. Foto: Carme Ripollès (ACF).

Cuando la música te envuelve y te transporta, como subido en un parapente que desciende sobre la ladera de una montaña, ofreciéndote una nueva perspectiva de paisajes que te son familiares, entonces un concierto se puede convertir en una experiencia muy especial. Como la que se vivió el sábado pasado en la actuación de Balmorhea en el Auditori de Vila-real durante la segunda edición del festival Tardoràlia. Más que un concierto, la banda norteamericana ofreció un fascinante viaje para airear nuestras mentes, para abrir de par en par puertas y ventanas, sin movernos de la butaca. Un viaje de esos que dejan recuerdos indelebles, canciones que todavía resuenan en la cabeza al día siguiente, y que, por si fuera poco, vino precedido de otra actuación para enmarcar, la de una inspiradísima Maria Coma. Si a esa doble conexión se le suma la buena respuesta del público, el formato y los escenarios de las actuaciones y el buen gusto en el conjunto de la programación, se puede decir que Tardoràlia –organizado por organizada por el Centre d’Estudis Tradicionals (ACAF)- se ha convertido en una de las citas ineludibles del calendario. Lo decíamos en la previa y lo volvemos a repetir: es tan sencillo, y tan extrañamente inusual, como concebir un festival de música exclusivamente para ser escuchado.

Balmorhea presentaba su quinto disco, Stranger (Western Vinyl-Popstock Everlasting, 2013), y también tuvieron tiempo de seleccionar lo mejor de sus anteriores, como los excelentes All is Wild, All is Silent (2009) o Rivers Arms (2008). Hacen música instrumental (con la voz, ocasionalmente, integrada como un instrumento más), pero su repertorio está hecho de canciones perfectamente reconocibles, sin transiciones, sin relleno. Su actuación fue apabullante. En cada arranque, en cada desarrollo, en cada cambio, en cada final –épico o no- se esconden un montón de detalles técnicos y estéticos que acaban por sobrecogerte. Más eléctricos y sofisticados en los nuevos temas de Stranger; más acústicos y orgánicos con los anteriores; pero siempre igual de convincentes y evocadores. Ver en directo el baile de intercambio de instrumentos tras cada canción –o en su transcurso- es un espectáculo en sí mismo: multiinstrumentistas que van del violín al teclado pasando por la guitarra con absoluta solvencia. Destacan Rob Lowe y Michael Muller al timón, la gran voz de la versátil Aisha Burns, un portentoso Kendall Clark a la batería… Los seis. Pero lo más importante es la amplitud y profundidad de los paisajes que dibujan con su música, elaborados meticulosamente –al modo impresionista- con distintas capas que por separado dirían poca cosa, pero que juntas y armonizadas son un auténtico placer para los oídos. El momento de “Settler” marcó el punto álgido –también hubo bis y ovación final con todo el público de pie- de un concierto de esos que se quedan grabados en la memoria.

Maria Coma, metida en sus canciones. Foto: Carme Ripollès (ACF).

Antes, abriendo la segunda jornada del festival Tardoràlia, Maria Coma ya había puesto unos sólidos cimientos para que la noche terminara llegando tan alto. En su primer concierto en la Comunitat Valenciana, la joven pianista, cantante y compositora barcelonesa se dejó el alma para presentar las canciones de su nuevo disco, Celesta –que se lanza este mismo martes-, y para convencernos a todos de que, lo que apuntaba maneras en discos y vídeos, en directo es de una energía arrolladora. Maria Coma trenzó una onírica y sedosa atmósfera que empapó todo el auditorio con los fraseos del piano de cola y su angelical voz, acompañada por una excelente banda (incluido el compositor y productor Pau Vallvé a la batería y las programaciones) y con el piano-celesta fabricado por el Taller d’Estructura Sonora Baschet expresamente para el disco y la gira de invitado especial. “Tots els colors”, el brillante bis perteneciente a Magnòlia con el que cerró, redondeó un concierto sobresaliente.

Entre la barcelonesa y Balmorhea actuó en solitario el norteamericano Jesse Marchant, JBM, y a su término Ramon Godes y Alejandro Royo ofrecieron en el descansillo del Auditori una deliciosa adaptación en 10 minutos de su nuevo disco, Finsternis Suite, aprovechando que esa misma tarde habían interpretado A l’ombra del campanar en la plaça de la Vila acompañados de Sara Ledesma. En el festival Tardoràlia, entre el viernes 11 y el sábado 12 también actuaron El Petit de Cal Eril, Orchestra Fireluche, Pleasant Dreams (con nuevo formato en compañía de metales) e Ian Sala. Aunque se celebre en otoño, esperamos que las vigorosas hojas del festival Tardoràlia sean perennes.