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Auryn o la euforia incontrolable

Auryn, el pasado martes en Castellón. Foto: ACF.

Lo primero que pensé al llegar al recinto de conciertos, rozando las 23.30 horas de otra lluviosa noche, fue si toda aquella gente no tenía colegio al día siguiente y, efectivamente, no tenía. Es por eso que la afluencia fue generosa y es por eso, también, que la mayoría infantil y adolescente se hizo notar desde el inicio. La noche fue suya. No había empezado el espectáculo de Auryn y cada sombra que asomaba por el escenario era recibida con gritos de histeria incontrolable, esa euforia inocente y sincera que se contagia por inercia, como la enfermedad en los parvularios. O, también, como al salir del colegio, que uno empieza a gritar y el del lado le sigue y otro se pone a correr y así empieza una marabunta que deriva en guerra superlativa. Algo así pero de noche, en una muestra pura del fenómeno fan, fue el concierto de Auryn, la boyband patria, seguramente el primer concierto de la vida de muchos, algo que, sin tener muy claro si es bueno o malo, ubicó el listón de inicio en la complacencia. Ganadores de antemano allá arriba, con los tímpanos destrozados con tanto grito previo allá abajo, los artistas machacaron la fórmula del éxito sin remordimientos. Ora la canción bailonga para saltar, ora el tema lento para mecerse en la ternura, ora la versión ajena que nos suena de algo. Y es fácil. A medida que se van quitando la ropa interpretas que se acerca el final.

En definitiva, la cita demostró que, por sus hijos, un padre es capaz de hacer cualquier cosa. Escribir crónicas de conciertos de Auryn, incluso.

Conste que todos hemos tenido 13 años alguna vez, o eso creo recordar, así que el paisaje era comprensible. Grupitos de niños flipándolo en colores, grupitos de padres aguantando el tipo con dignidad; a un lado. Grupitos de adolescentes (chicas) dejándose la garganta entre sudores, corriendo a la entrada de la zona VIP en la última canción; grupitos de adolescentes (chicos) dejándose caer por ahí, a ver si con el lío a alguna le daba por echarse novio; al otro.

Auryn, más allá de la banda profesional que los escoltaba con escalofriante rigor mecánico, son cinco muchachos que recién pisan la veintena. Todos bailan y cantan y son muy majos. Para que se hagan una idea, según su club de fans, la frase de Álvaro es "No hay que dejar de hacer cosas pero, sobre todo, no hay que dejar de DISFRUTARLAS". La de Blas: «Nunca dejes de soñar, porque si pones todo tu corazón en un sueño, el universo conspira y te ayuda a conseguirlo». Y la de Dani: «Hasta que no consigo lo que me propongo no paro. Siempre lucho por mis sueños». David y Carlos no tienen frase. Se la deben estar pensando.

Como fuera, en Castellón les dieron ideas. Según ellos mismos dijeron entre canción y canción (no me metí en la primera fila para comprobarlo porque daba bastante miedo), una madre portaba con su hija una pancarta de mensaje estremecedor: "Yo quisiera ser micro para que Auryn me metiera mano". Pero no se escandalicen, alguien ganará dinero con todo esto. Y en el fondo no hay queja. La Junta de Festas no hace sino complacer la voluntad del pueblo.