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Arenal Sound: prohibido dormir sin música

Superar los 5 días de acampada se convierte en toda una prueba de resistencia. Foto: Arenal Sound.

Viernes primero de agosto, 9.20 de la mañana. Un DJ alterna música y mensajes de protesta desde un pub. Sus gritos de ánimo se escuchan en toda la zona de acampada."¡Que salgan los fiesteros del camping Arenal!" Knife Party ha devuelto hace 3 horas una multitud de sounders ávidos de descanso a las tiendas de campaña. Sin buscar mucho, uno puede escuchar música las 24 horas del día. La música se convierte en un componente natural en el ambiente, la tierra vicia el aire y la tela de las tiendas de campaña eleva la sensación térmica.

Como es norma en toda zona de acampada de festival musical, gritos aleatorios cruzan el aire en sintonía con la música de ambiente. Espontáneamente, alguien clama "¡Antonio!" y el grito se repite y extiende entre las tiendas de campaña. El clima de armonía se cimenta en el primer día, cuando el festival recibe a la gran mayoría de los asistentes. La instalación de las tiendas de campaña requiere colaboración, todo un sistema de economía colaborativa que se desarrolla durante el período de mudanza. Sea un martillo, un hinchador o simple ayuda para descifrar el montaje de la tienda, el vecino se ofrece siempre afable. Hay en esta solidaridad una ley no escrita: prioridad para las tiendas de campaña ancladas sin toldo. Completamente expuestas al sol, el calor abrasa las paredes de tela. Para evitarlo, los miembros de la organización deambulan por el recinto con zancadas nerviosas y, al menor resquicio de espacio, exigen atención, "quitad esta mesa de aquí, poned esas tres sillas más juntas; si esta tienda la movéis unos metros, aquí cabe una tienda más".

La colaboración es imprescindible para acomodarse con éxito en la zona de acampada. Foto: Carme Ripollès (ACF).

Los festivaleros que acuden en compañía sitúan sus tiendas en círculo de forma que el espacio interior se convierte en una zona de conversación distendida. Hablan de la seguridad y el calor. "Candado mejor no poner porque si te quieren robar creerán que tienes objetos de valor y te rajarán la tienda". "Mejor no limpiar mucho las mesas, así todo parece sucio y no atraes ladrones". "Imposible dormir a partir de las 10, la tienda se recalienta y el calor es inaguantable".

El perfil del público asistente se mantiene igual que en anteriores ediciones. Tomás Abril, jefe de prensa de Arenal Sound, afirma que "aunque más del 90% del público es español, tenemos la sensación de que este año ha aumentado el porcentaje de público extranjero". Entre los residentes de las dos zonas de acampada -Arenal y Malvarrosa-, han llegado ’38 autobuses de Madrid, 12 de Zaragoza y 7 de Murcia’. Lo hacen atraídos por el buen clima y la programación musical, según aseguran. "Lo bueno del Arenal es que actúan grupos de distintos estilos musicales, es imposible que no te guste alguno", reflexiona una sounder. "Si no fuera por el calor y las pocas horas de sueño, sería un lujazo", asume.

Como alternativa al sueño y solución al calor, la playa. En la arena el sounder aprovecha la brisa del mar para descansar y comentar la jornada del día anterior. La masificación es general y la venta ambulante despliega su oferta de bolsos, gafas, gorros y camisetas. Las frases más escuchadas estos días son preguntas: "¿Quieres gafas?", "¿es negociable?".

De noche -antes, durante y después de las actuaciones de los cabezas de cartel-, cruzar el paseo marítimo es un ejercicio de agilidad y reflejos. El ajetreo matutino de gente curioseando de tenderete en tenderete se transforma en una masificación de grupos de amigos sentados en el suelo. El Kit Ahorro, oferta de botella de alcohol, refresco, vasos y hielo promocionada por el propio festival, es el centro de gravedad de los círculos que se forman a ras de suelo. Por extraño que parezca, el botellón fomentado por el propio festival rivaliza con las actuaciones musicales.

Los sounders y el botellón, un clásico en el paseo marítimo. Foto: Carme Ripollès (ACF)

El acceso a la playa es más limitado si el festivalero reside en el camping Malvarrosa. A 1,7 kilómetros del recinto de conciertos, su rutina es diferente y depende del tren sobre ruedas que une la zona de acampada con el recinto de conciertos. "Estamos lejos pero bien comunicados. Intentamos planificar el día para pasarlo en el recinto: solo cogemos un tren de ida y uno de vuelta".

Sea en el Arenal o en el Malvarrosa, una de las necesidades básicas más difíciles de cubrir es la higiene. El servicio de limpieza no da abasto para mantener en condiciones óptimas las instalaciones de aseo móvil, un problema que se repite año tras año. Excepto en los minutos posteriores a su limpieza, asomarse a cualquiera de los inodoros devuelve siempre una imagen y un hedor insoportables.

Beach Club, un ecosistema autónomo

Una situación similar se produce en la piscina del Beach Club. Quien no se baña en los minutos posteriores a su limpieza diaria se encuentra con una piscina de agua turbia y sospechosa. El Clandestine Sound, la fiesta programada el domingo por la mañana en la que participaron Crookers, The Zombie Kids y Buffetlibre, así lo demostró: a los pocos minutos de su inicio, tiritas y pegatinas adhesivas surcaban el fondo de la piscina invisibles para un público entregado a la música de Buffetlibre.

La piscina del Beach Club en hora punta. Foto: Carme Ripollès (ACF).

En todo caso, su situación espacial -frente al escenario Inside- permite atraer público a los conciertos de artistas menos populares, sobre todo en los encuentros que inauguran la jornada. Se reúnen a las seis de la tarde espectadores de paso, con cerveza en mano y ganas de mover el esqueleto. Quién pone la música es lo menos importante:

-¿Cómo se llama esta canción?

-Ah, ni idea. ¿Qué grupo es?

Si durante la hora de la merienda el público disfruta desorientado, el amanecer manda a la arena del Inside a los más resistentes, también a los que han cometido más excesos.Todavía es recordado entre los guardias un incidente de la segunda edición del festival que retrata el espíritu sounder: los equipos de mantenimiento limpiaban el agua durante las primeras horas del día cuando un festivalero se lanzó a la piscina, la mirada perdida y los movimientos descompasados. El guardia presente actuó con celeridad y le condujo a la arena. Después comenzó a animar al público para que le jalearan y aplaudieran mientras mantenía la muñeca del infractor sujeta por encima de la cabeza. La reacción fue inmediata -el propio infractor, ignorante, aplaudía- y, cuando los gritos de "¡Eh, eh, eh!" alcanzaron el clímax, el guardia rompió la pulsera.