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'Ama' en el Paranimf. Material sensible para mayores de 40 años

Las máscaras-cero son un rasgo distintivo de 'Ama'. Foto: Àlex Pérez.

'Ama', de la compañía Marie de Jongh. Autor y director: Jokin Oregi. Intérpretes: Ana Martínez, Javier Renobales, Anduriña Zurutuza, Jokin Oregi, Maitane Sarralde, Joseba Uribarri y Amets Ibarra. Paranimf de l'UJI de Castelló. Viernes 8 de abril (19:30). 70 espectadores. 8/10 euros.

La compañía Marie de Jongh -Premio Nacional de Artes Escénicas para la Infancia y la Juventud 2018, entre varias distinciones- aparca en Ama. La terrible belleza sus llamativos espectáculos con el público familiar como destinatario para enfocar una situación común a muchas personas que han llegado a franja central de sus vidas: el envejecimiento del padre y la madre, con la necesidad de cuidados a cargo de hijos -un pintor en este caso- que nunca están lo suficientemente preparados para afrontar una etapa marcada por medicamentos, temblores, caídas, movimientos lentos y un futuro negro como el fondo del escenario que rodea a los protagonistas. Conmueve. Toca el corazón. El cerebro. No es cruel, sino realista, y también surrealista en algunos cuadros. Una visita a la página web de la compañía vasca te deja este mensaje ante sus ojos: "Historias contemporáneas creadas para inspirar y emocionar". Touché. Conmueve hasta desbordar emocionar. Material sensible.

En Ama -"madre" en vasco- tampoco está presente la palabra, una tradición en Marie de Jongh. Pero en esta ocasión las máscaras no tienen rasgo alguno (máscaras-cero), con el objetivo de no transmitir sentimientos, aunque con los gestos corporales lo consigue de manera sobrada. La acción se ubica en un loft-estudio de trabajo de un pintor, que además de cuidar de su joven hija se encuentra ahora ante la necesidad de estar permanentemente encima de sus ancianos progenitores. La tristeza es la atmósfera.

Las caídas, algo común en edades avanzadas. Foto: Àlex Pérez.

Un andamio que hace también de cama es el elemento escénico principal. Lo mueven, entran varios elementos y actores, pero la realidad permanece. Solo hay una fuga mental hacia la felicidad cuando los flashbacks devuelven al protagonista a los años de la infancia (un actor vestido igual que el pintor adulto representa esos despreocupados años atrás, donde el cariño, el juego y la risa eran las reglas de juego de vivir). Hay otro intento de fuga, a través de la bebida y las pastillas, pero la realidad permanece invariable. En realidad, a través de las debilidades e inseguridades del protagonista, un anti-héroe, asoma su fortaleza para afrontar una situación nueva y con nulas esperanzas.

Una gran banda sonora firmada por Adrián García de los Ojos envuelve esta producción que deja unos cuantos cuadros escénicos -no los del lienzo siempre en blanco- que, dentro de su tragedia, esconden belleza.

Un pintor se encuentra ante el reto de cuidar de sus padres y de su hija. Foto: Àlex Pérez.