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Pascual Arnal en la Llotja del Cànem. ¿Qué es eso tan inquietante que está sucediendo en sus fotos?

“La confessió”, perteneciente a la exposición ‘Les raons’ de Pascual Arnal en la Llotja del Cànem.

¿Qué le está diciendo ese chaval a ese hombre?, ¿qué relación hay entre ellos?, ¿los escucha el personaje en primer plano?, ¿qué consecuencias tendrá esa confesión?, ¿dónde están? A riesgo de que dejes de leer ahora mismo este artículo, ya te lo adelantamos: estas preguntas, también la del titular, no tienen respuesta. Mejor dicho, la respuesta la tienes tú. O está en tu pecho. Latente. Porque, bien miradas, las fotografías de Pascual Arnal (Vila-real, 1969) funcionan como un espejo. En el que te podrás mirar hasta el 24 de octubre en la Llotja del Cànem de Castellón, con la inauguración de la exposición Les raons, que cierra una trilogía y que va acompañada de un libro de artista con su última serie: Contracte d’estabilitat número tres.

Cuando hablamos con él es el día de su cumpleaños; se muestra especialmente inspirado y comunicativo. Salta a la vista que está nervioso e ilusionado con la exposición y su nuevo libro, que cierra una etapa de siete años de trabajo y que también significa –por increíble que parezca- su estreno en Castellón ciudad con una muestra individual. Después de haber colgado sus fotos en prestigiosas ferias como ARCO de Madrid o Swab de Barcelona de la mano de la galería valenciana Rosa Santos en los últimos años, también en Vila-real o Burriana, Arnal se enfrenta ahora al escrutinio de los más cercanos; esos que prolongarán su inquietante obra con silencios incómodos o miradas cómplices, con extrañeza, displicencia, comprensión o fervor. Sinceros o impostados.

Pascual no es la excepción del tópico: siempre ha sido bastante incomprendido en casa. Pero él se explica muy bien y sus fotos son muy permeables; no tienen ni trampa ni cartón. No utiliza retoque fotográfico, no escenifica y recurre a la fotografía como medio para desentrañar la realidad más cotidiana y atemporal. “El hilo conductor de mis fotos es muy sencillo y ancestral: el poder de la imagen como herramienta de transmisión del conocimiento y generadora de conciencia”, defiende Pascual Arnal. “Desde el principio de los tiempos las personas han tenido esa necesidad de reproducir imágenes –pone el ejemplo de las pinturas prehistóricas-, porque lo que hacemos es preservar lo que nos interesa, lo que tiene que ver con nosotros de la forma más primitiva o nuclear. Mi objetivo es encontrar esas imágenes en el presente; imágenes simbólicas que puedan generar una experiencia: o está pasando en la imagen o está pasando en el que la ve”.

Por eso la mirada de Pascual Arnal siempre tiene un punto de vista onírico y alegórico hacia elementos, espacios o hechos comunes que nos identifican como seres humanos desde siempre, de una forma muy elemental: luces, sombras, cielo, mar, fuego, manos, alas, escaleras, elementos constructivos, personas heridas, la naturaleza misma. ¿Para qué?: “Para revelar los aspectos más sublimes que proporciona la cotidianeidad”.

Pascual Arnal frente a su obra “Mercurial”, en la inauguración exposición ‘Les raons’ en la Llotja del Cànem. Foto: Ángel Sánchez (ACF).

Una perspectiva relacionada con su profesión, el diseño gráfico, de ahí la pulcritud estética de su obra. Algo que combina con el “poder de las imágenes como el cielo, el agua o el fuego, que siempre nos han transmitido sensaciones; si estás con el teléfono móvil al lado de una hoguera, terminarás atrapado por la hoguera”. Porque, “en la realidad, siempre ocurre algo nuevo, ocurren más cosas de las que parece; simplemente hay que pararse a mirarlas”, defiende el artista vila-realense.

Es en ese punto donde la obra de Pascual Arnal adquiere su auténtico valor: cuando la mirada del espectador entra en sus fotografías, ya que “dejan mucho recorrido al que las está viendo; están abiertas a la interpretación, a la experiencia que cada uno tenga, de una forma nada dogmática”, recalca el fotógrafo. Y el hecho de las imágenes sean tan diferentes unas de otras, con diferentes motivos de representación, también “brinda la oportunidad de que cada uno articule la historia como quiera”. “En ese punto mi trabajo se articula de una manera muy parecida a la poesía: símbolos e imágenes que cada uno lee de una manera, que en realidad terminan funcionando como un espejo”.

Un espejo que, sin embargo, tiene una trastienda muy espartana. “No hay ningún parámetro previo ni de tipo territorial ni conceptual, sino que simplemente me dejo llevar por la intuición. Nunca voy a buscar las fotos, porque se trata de un trabajo sobre la propia existencia, sino que me las encuentro. Simplemente tengo que ir preparado para verlas y ser muy meticuloso en la selección. Eso hace que siempre lleve la cámara, incluso cuando voy al cine, sin la voluntad de hacer una foto, simplemente pensando que en un momento dado algo puede aparecer”, argumenta. “La propia realidad es la que me va dando el hilo argumental a desarrollar en cada serie”, remata.

Pascual Arnal no habla de técnicas fotográficas, ni de tiempos de exposición, ni de modelos de cámaras, ni del debate analógico-digital, ni de otros fotógrafos. “Es totalmente irrelevante el tipo de cámara que utilice ni qué trabajo de edición tienen las imágenes”, defiende, para añadir: “La fotografía es un instrumento de representación al servicio del relato; hay una depuración estética, pero sin manipular la realidad y dedicando el tiempo justo a cuestiones técnicas”.

Filosofando con una cámara

“Les precarietats”, perteneciente a la última serie de Arnal, ‘Contracte d’estabilitat número tres’.

“Hago fotos desde que soy adolescente y estudié Fotografía en los 90, pero no me interesa la fotografía como técnica, ni tengo mucho interés por el mundo de la fotografía. Mi interés es por la creación y la existencia en general; soy un curioso sobre la condición humana y su relación con lo que lo conforma, lo que pasa es que voy con la cámara al cuello; nada más”, argumenta Pascual Arnal, para remontarse a la función primigenia de la fotografía: “La gente siempre ha hecho fotos para preservar lo que está pasando porque lo considera importante. Yo intento trabajar con lo que considero que es importante para todos, lo que todos conocemos, hechos comunes, pero con mi particular visión, para trascenderlos, para activar algo en el que lo está viendo, para generar una experiencia en él”.

Pero, claro, su relación con la fotografía no ha sido siempre tan trascendental. Todo empezó con la fascinación que le produjo de adolescente el revelado tradicional en un cuarto oscuro: “ver cómo salía una imagen de un papel blanco al ponerlo dentro de una cubeta con revelador me impactó muchísimo”. Así que “la pasión de los inicios era por hacer buenas fotos, no por contar nada en concreto”. Hasta que llegaron a sus manos libros como España oculta de Cristina García Rodero; “entonces ves que puedes contar una historia con tu trabajo y pensé que yo quería desarrollarla”, recuerda Arnal. ¿Y qué cuenta tu historia? “La propia existencia”.

Cuando se le pregunta por sus referentes artísticos no salen autores, sino más bien la iconografía y las formas de representación a lo largo de la historia del arte, que el fotógrafo vila-realense sigue estudiando a conciencia. “Hay referencias dentro de mi obra que están tomadas de las maneras de representar clásicas, como las formas ovaladas de las mandorlas, que en la Edad Media se utilizaban para enmarcar a los personajes sagrados y eran como un todo; o también la representación de las catedrales, que siempre estaban en construcción, y de los elementos que intervienen en su elaboración, por eso aparecen muchas manos en mis fotografías”, detalla.

Un tipo de iconografía, que también se puede encontrar en las alas y los dorados que siempre salpican sus series, que junto a la limpieza de las escenas y su indudable ejercicio de estilo le terminan de dar ese aire onírico y sugerente a su fotografía. Eso que invita a descodificar una imagen aparentemente inocua e inofensiva, para llevarnos a su mensaje subliminal, que permanece oculto hasta que conectas con él. Que no es explícito, que es propio -e intransferible- de cada espectador.

“Darrere l’aigua”, perteneciente a la primera serie de la trilogía, ‘Les ocasions retrobades’.

Y toda esa imaginería es la que puedes encontrar en Les raons, la exposición que da nombre a la trilogía en la Llotja del Cànem hasta el 24 de octubre, que Pascual Arnal también ha aprovechado para presentar y difundir la publicación perteneciente a la última serie, Contracte d’Estabilitat número tres, que además de las imágenes del artista cuenta con un revelador texto extraído de una entrevista al filósofo catalán Raimon Panikkar, quien promulgó una filosofía intercultural e interreligiosa para transformar la civilización. De esta manera, el fotógrafo vila-realense cierra un periplo que arrancó en 2010 con la publicación y distintos proyectos expositivos de Les ocasions retrobades y que continuó en 2013 con Totes les possibilitats absolutament necessàries. En la Llotja hay una selección de 25 fotografías pertenecientes a las tres series, aunque con mayor peso de la última.

¿La evolución o la diferencia entre las tres? “En la primera serie, Les ocasions retrobades, diría que está compendiado todo lo que se puede encontrar en las otras dos. Con el primer libro empiezo a investigar los métodos de representación a través de la historia, los mecanismos que siempre han funcionado para ver cómo adoptarlos, y luego eso se desarrolla en las otras dos series”. En cualquier caso, para seguir explorando el particular universo de Pascual Arnal, puedes acudir a las visitas guiadas para grupos por el propio autor, que se conciertan con cita previa a través del e-mail sasc@uji.es. Aunque, como en este artículo, puede que termines encontrando más interrogantes que respuestas.